22 enero 2008

Voz directa


Si la literatura es reflejo de la vida, toda sombra de vida acaba tarde o temprano en algún libro. A veces la cuenta al detalle quien la mira por el retrovisor, el testigo, el frío notario. Y a veces, y eso es más interesante, la escribe y ofrece el mismo protagonista, que se agiganta en las páginas como los agujeros en la tierra: más grande y profundo a medida que se vacía.

En Alá Superstar, el argelino exiliado Y.B. no recurre a lo que contempla sino a lo que siente, no nos narra la vida del extrarradio parisino sino trozos disfrazados de su propia biografía. Frente al periodista, el cronista o el novelista omnipresente, Y.B se levanta como el vecino que habla de sí mismo y de los suyos sin ningún filtro ideológico ni censura buenista. Escribe sobre la inmigración magrebí libre del cargo de conciencia que atenaza a tantos europeos. No teme al desconocimiento sino a la mala memoria. No inventa ni imagina, con recordar le basta.

17 abril 2007

Yo y los míos


Ocurre con todos los problemas sociales y en todos los ámbitos, no sólo en el literario. Cuando se trata de arrojar luz sobre fenómenos esquinados, marginales, cuando se intenta explicar desde fuera lo que desde dentro no hay tiempo ni ganas de explicar, se suele pecar de un buenismo hueco o de un estruendoso tremendismo. O se perora con voz de credo laico o se escribe con ansias de plumilla amarillo.

Así sucede con la inmigración y sus múltiples flecos, a menudo iluminados con la vela del párroco, la cámara del sabueso o la linterna del policía. Frente a los que jibarizan al Otro convirtiéndolo en un fantástico Buen Salvaje o en un segador de clítoris, se levantan testimonios veraces, con calor de asfalto y frío de sótanos sin presencia solar. Mañana será otro día, de la francesa Faïza Guène, nos habla de ella y los suyos, sin intermediarios, sin velos, sin trampas. Y no imparte lecciones porque tampoco quiere recibirlas.

02 marzo 2007

Estarse quieto


En las facultades de Periodismo se habla con cierta admiración de la llamada Tribu, esa secta de corresponsales andarines, algunos endiosados, otros demasiado normales para todo lo que han visto. Entre ellos surgen los odios, las envidias, y también los amores y las amistades a prueba de todo salvo de balas. Sus crónicas huelen a bomba de racimo, y si no hay sangre entre líneas sudan sin falta litros de lágrimas

Cuestión de gustos, a mí me gustan más los que un día fueron reporteros peregrinos y con el tiempo dieron en simples habitantes, testigos de la vida normal de una ciudad elegida. Tomás Alcoverro lleva ya décadas residendo en Beirut, y gracias a él hemos aprendido cómo viven los libaneses cuando viven como nosotros, cuando miran al cielo sin más objeto que tomar el sol o disfrutar del horizonte. Si difícil es contar la guerra, más lo es contar la paz. Uno lee El decano y no escucha al periodista sino al vecino. Qué gozada

08 febrero 2007

Naranja envenenada



Es fama que la historia la escriben los vencedores y, a veces, si no han muerto, ciertos perdedores. Yo prefiero la visión fotográfica de los que aún están en juego, esos testigos que no conocen el alcance histórico del partido y por ello no se hallan contaminados ni por la gloria del triunfo ni por el resquemor de la derrota. Son espeluznantes los testimonios de las víctimas supervivientes del nazismo, y lo son casi más, por obscenos, los que pergeñan algunos de sus verdugos.

Impresiona, sí, el recuerdo de un campo de concentración, pero pocas palabras me han emocionado como las de un niño checo, Petr Ginz, que inicia su cuaderno personal con esta nota: “19 de septiembre de 1941. Hay niebla. Han sacado un distintivo para los judíos – la estrella amarilla -. Camino del colegio conté 69 “sherifs”; mamá, más tarde, contó más de cien. A la avenida Dlouha le llaman la Vía Láctea. Por la tarde navegamos en una barca.” Su Diario de Praga (1941-1942) tiene el color naif de una naranja envenenada. A Petr lo quemaron en Auschwitz, antes de cumplir los dieciséis.

04 diciembre 2006

La contradicción


El escritor es la persona que escribe, y de ambas características la que importa al lector es la segunda. Cabe ser un canalla y publicar ensayos antológicos. De hacer caso a la tercera acepción de la Academia, el escritor no es sólo eso: también es la persona que escribe al dictado. Cuando se da esta situación el lector tiene derecho, como siempre, a despreciar la obra y de paso al mensajero por aceptar ser copista de un bodrio.

El austriaco Peter Handke anima a estas reflexiones. Su defensa de la Serbia agresora y su presencia en el funeral de Milosevic tal vez provoquen el vómito en el ciudadano, pero el lector no es un juez moral. Hay quien se niega a leer su célebre Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Moravia y Drina o Justicia para Serbia, y se equivoca. El lobo no es tan fiero como lo pintan y, por qué no, conviene oír la voz de los supuestos o reales malos. Además, es posible leer una página sin beneficiar al que la inventa. Siempre queda la biblioteca pública para engañarnos con la idea de que no estamos pagando a un escritor tan magnífico como sujeto odioso.

Olvido Almadia. Muskiz

09 noviembre 2006

Un rockero


A menudo se identifica el rock con una cierta apatía o rechazo hacia los asuntos tristes de la cosa pública. También se establece una conexión barata entre la música popular y el populismo intelectual. Sin duda es más sencillo llegar al prójimo pasándole la palma por el lomo que poniéndole ante a un libro o frente a sí mismo, es decir, invitándole a reflexionar y encarar las propias contradicciones. Hay maestros en la invención de la rima pegadiza, genios de la política resultona que en una estrofa solucionan el problema de la inmigración y en un estribillo el del terrorismo. Otros, como Sabino Méndez, van mucho más allá.


El escritor y guitarrista catalán rompe una rosario de tópicos con su firme apego a una literatura culta, si cabe la expresión, y su apoyo a una ideología que no es nada común en su gremio. En Hotel Tierra no sólo se eleva y aleja: también pisa la tierra dura que ayer pisó con Loquillo, y esa ambigua que hoy pisamos todos, sembrada de charcos y cepos sin cuento. Se moja hasta las cachas, y de veraz se agradece.

12 junio 2006

De vuelta



Es un tono agridulce, un escozor, una extraña vindicación del color gris. Salvo ciertos cerebros fogosos, más dados a señalar que a pensar, gran parte de los ensayistas cubanos críticos con el castrismo habla con la voz de los arrepentidos, los piadosos, los padres tan dolidos como comprensivos. Y es que para muchos de ellos la revolución no es un engendro de origen sino un hijo echado a perder con los años, alguien que alguna vez se quiso y hasta se mimó. Ahora ya no.
Por eso sus libros, amén de iluminadores, son tristes, muy tristes. En sus páginas vuelan las mariposas heridas de una utopía imposible, las apuestas individuales que siempre son más respetables que las colectivas. Hubo quien se jugó la vida y la familia en pos del horizonte libertario y perdió. El poeta dijo que la historia de España es la más triste de las historias. No había conocido aún la cuesta abajo de Cuba. Uno cierra Tumbas sin sosiego, de Rafael Rojas, y no siente ningún odio. Siente pena y lástima