22 enero 2008

Voz directa


Si la literatura es reflejo de la vida, toda sombra de vida acaba tarde o temprano en algún libro. A veces la cuenta al detalle quien la mira por el retrovisor, el testigo, el frío notario. Y a veces, y eso es más interesante, la escribe y ofrece el mismo protagonista, que se agiganta en las páginas como los agujeros en la tierra: más grande y profundo a medida que se vacía.

En Alá Superstar, el argelino exiliado Y.B. no recurre a lo que contempla sino a lo que siente, no nos narra la vida del extrarradio parisino sino trozos disfrazados de su propia biografía. Frente al periodista, el cronista o el novelista omnipresente, Y.B se levanta como el vecino que habla de sí mismo y de los suyos sin ningún filtro ideológico ni censura buenista. Escribe sobre la inmigración magrebí libre del cargo de conciencia que atenaza a tantos europeos. No teme al desconocimiento sino a la mala memoria. No inventa ni imagina, con recordar le basta.