02 marzo 2007

Estarse quieto


En las facultades de Periodismo se habla con cierta admiración de la llamada Tribu, esa secta de corresponsales andarines, algunos endiosados, otros demasiado normales para todo lo que han visto. Entre ellos surgen los odios, las envidias, y también los amores y las amistades a prueba de todo salvo de balas. Sus crónicas huelen a bomba de racimo, y si no hay sangre entre líneas sudan sin falta litros de lágrimas

Cuestión de gustos, a mí me gustan más los que un día fueron reporteros peregrinos y con el tiempo dieron en simples habitantes, testigos de la vida normal de una ciudad elegida. Tomás Alcoverro lleva ya décadas residendo en Beirut, y gracias a él hemos aprendido cómo viven los libaneses cuando viven como nosotros, cuando miran al cielo sin más objeto que tomar el sol o disfrutar del horizonte. Si difícil es contar la guerra, más lo es contar la paz. Uno lee El decano y no escucha al periodista sino al vecino. Qué gozada